Despierto (Cuento corto)
La boca niquelada no deja de besarme arriba de la nuca. No importa que esté haciendo; de paseo por el centro, imbuido en librerías, viajando en transporte público, almorzando o cepillándome los dientes, el frio de su labio eterno se mantiene fiel sobre mi cabeza.
Llevo años en esto y todavía no he logrado aceptar lo irremediable de mi caso. El tambor va girar en cualquier segundo y todo se acabará de golpe, sin tiempo a súplicas, a un discurso espirituoso o alguna blasfemia que maldiga el mundo justa y honestamente. Reconozco lo inútil de esos finales en los que preferiría caer.
Hace tiempo que sigo la pista del asesino y ocasionalmente, en cualquier lugar donde pueda sorprender su reflejo, he intentado verle la cara; pero sabe muy bien el arte de la discreción y yo apenas parezco un desquiciado girando sobre mí.
Justo ahora su hierro imparcial sigue apuntando a la maquina de locos, que es de donde sale todo esto. Escribo con mi muerte a la espalda, y es ella con su voz burlona quien me recuerda que aún sigo despierto, que hasta hoy no he perdido.